Aquella noche estábamos acostados en la cama envueltos entre sabanas blancas y mojadas. El cuarto estaba en silencio, pero nuestra respiración que cada segundo disminuía su carrera, hacia retumbar nuestros oídos. Justo en ese momento cuando me levante para ir al baño con la luz apagada, lo vi; estaba él una vez más, al otro lado de la calle en esa ventana oscura de la cual emergía el gigantesco ojo plateado de ese ciclope que noche tras noche aparecía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario